Mi historia comienza con una pregunta que muchos han tenido que responder: ¿qué quieres estudiar? Elegí estudiar Contaduría de la noche a la mañana, presionada por mis familiares y por la sociedad para escoger el fogoso camino que iba a guiar el resto de mi vida, sin dimensionar mi desgracia en los años venideros. Terminé la carrera con presagios de dicha y éxito materializados en buenas notas y las oportunidades que esta me traería, ignorando que tenía la capacidad de cambiar la ruta de mi vuelo hacia donde mi felicidad me llevara. Los trofeos, los reconocimientos, el respeto de mis compañeros y profesores, y el trabajo de ensueño nunca me llenaron realmente. Sin embargo, aprendí que puedo perseverar y triunfar en terrenos rocosos.
En el último semestre, me sobreexigí con un trabajo de tiempo completo y una carrera que me consumía mental, emocional y físicamente. Mi día consistía en trabajar, ir a la escuela, hacer tarea y estudiar. Repetir. Respirar. Repetir. Sin poder descansar ni dormir bien, la noche marcaba el final del día, pero mis lágrimas también. Lo único que rompía esa rutina monótona era el tiempo que pasaba con mis amigos y los poemas que escribía cuando soñaba despierta. Le daba vida a mi mundo interior y a mis deseos más profundos cuando sacaba el celular y anotaba todo lo que no me atrevía a decir.
Una noche del último semestre de mi carrera, después de haber estado trabajando ocho horas en un cuarto sin mucha ventilación, decidí salir a dar un paseo y llamar a un amigo de la preparatoria, que conoce mi verdadera esencia. Después de cuestionarnos nuestra existencia y recordar los tiempos más simples, me di cuenta de que me había perdido tratando de convertirme en alguien más y olvidando quién era realmente. Debajo de las capas de la piel todavía hay huesos.
Frustrada y desesperanzada por el futuro que se me prometía, le confesé que no era realmente feliz, pero que me daba miedo alejarme de ese camino, donde cada huella representaba un sacrificio diferente. Me hizo una serie de preguntas, como: ¿Qué haces en tus tiempos libres? ¿Qué es lo que realmente te gusta hacer? ¿Cómo quieres vivir tu vida?
Al responderle, me di cuenta de que el estatus, el salario competitivo y la escalera que me llevaría al “éxito” eran aspiraciones que realmente no eran mías. Yo era la encarnación de los sueños frustrados de los demás. Había estado viviendo en modo automático durante cuatro años y medio, con un alma atrapada y una mente apagada.
Un foco caricaturesco iluminó mi cabeza y me hizo comprender que mi verdadero propósito en esta vida es generar un impacto en las personas e inspirar a que ellas lo generen. Me había repetido una y otra vez que no podía cambiar el mundo, a pesar de que este me había cambiado a mí. Me había empequeñecido ante él, creyendo que los cimientos por los que hoy caminamos son inamovibles. Entendí que el medio para hacer ese cambio está en mi lugar seguro: la escritura. ¿Y por qué limitarse? En todo el arte que desee crear.
Al tomar esta decisión radical, naturalmente recibí críticas y ceños fruncidos por parte de personas que alguna vez creí cercanas. No obstante, las que realmente me quieren se quedaron a mi lado, tanto en materia como en espíritu. Un peón, muchas veces subestimado por ser la pieza menos valiosa, tiene la capacidad de convertirse en la más poderosa: la reina. Al igual que este, podemos convertirnos en lo que nos propongamos, con una estrategia sólida para ganar el juego. Solo necesitamos tener la determinación y el coraje para hacer el primer movimiento.
Estamos acostumbrados a enaltecer a personajes históricos o a celebridades hollywoodenses por sus grandes contribuciones o fama. Sin embargo, tendemos a minimizar las nuestras.
Los preconceptos sobre el prestigio de una profesión o el nombre de un puesto laboral fomentan un estigma social que nos inhibe a perseguir nuestros sueños. Todos somos parte del ciclo de la vida y nos necesitamos los unos a los otros. Necesitamos mirarnos con amor, admiración y respeto para que podamos ver al mundo de igual forma. Soñar también es necesario para hacerlo: soñar es un deber, no un lujo.
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Última edición: 04.01.2025