Solemos recibir cumplidos de muchas personas: nuestros padres, nuestros amigos, nuestros seguidores de Instagram que, a veces, responden las stories con un “qué linda” o una carita de enamorado. Pero el mejor de todos los que he recibido hasta ahora fue —y me lo acuerdo textual—: sos linda, das buenos besos y tenés rico perfume.
Esa última parte se instaló en el fondo de mi cabeza y no sale de ahí: tenés rico perfume.
¿Qué es un perfume? La respuesta parece obvia: una mezcla de compuestos aromáticos que crean una fragancia única, diseñada para evocar sensaciones y emociones. Literalmente, un perfume es una combinación precisa de notas, aceites y sustancias que despiertan los sentidos y dejan una huella olfativa. Pero frases y momentos como este me hacen preguntarme: ¿es el perfume solo una mezcla de esencias o tiene el poder de revivir un amor perdido, un abrazo olvidado o una tarde de verano?
El perfume que tenía puesto ese día era eau de toilette One de Calvin Klein. Desde entonces, lo uso todos los días de mi vida, y no hay otro que pueda reemplazarlo. Para mí, ya no es una simple fragancia compuesta de cítricos, bergamota y jazmín. Es nostalgia embotellada. Cada vez que lo aplico, me vienen a la cabeza esas tres palabras: “tenés rico perfume.” Y, desde entonces, entendí que cualquier perfume —pero para mí, particularmente ese— deja una sensación que perdura mucho después de que la fragancia se desvanezca.
Es el rastro invisible de una emoción, la huella de un momento que se queda en el aire.
Como si cada molécula del perfume fuera un suspiro de memoria, un recordatorio suave y secreto de algo que solo el olfato puede recordar.
Ese día no se trataba de lo que llevaba puesto, de mi cara o de mi cuerpo, sino de lo que era yo: mi aroma, mi esencia, esa fragancia que me acompaña y que nadie más puede tener exactamente igual.
Mi tía trabajaba en una perfumería, y fue ella quien me enseñó que un perfume huele diferente en cada persona, aunque usen exactamente el mismo frasco. Factores como el pH de la piel, las hormonas, la temperatura corporal y el tipo de piel juegan un papel importante. El pH puede hacer que ciertas notas del perfume resalten más, mientras que las hormonas y feromonas cambian cómo se perciben las fragancias a lo largo del día. Además, la temperatura de la piel influye en la intensidad del aroma, y las pieles secas tienden a hacer que los perfumes se desvanezcan más rápido, mientras que las pieles grasas retienen más los aromas.
Nadie nunca podrá percibir tu perfume de la misma manera que tú. Cada fragancia se fusiona con la química de tu piel, como una huella invisible que solo tú dejas en el aire. Es como si, cada vez que lo usas, el mundo te conociera un poco más, una capa extra de tu ser revelada en cada gota. Y es curioso, porque, aunque todos podamos usar los mismos ingredientes, lo que realmente importa es cómo esos ingredientes se mezclan con nuestra propia esencia. Ahí es donde ocurre la magia: el perfume se convierte en una carta de presentación.
Foto por Arjunn. la
Tal vez por eso un cumplido sobre tu perfume te llega tan profundo. Es como si, por un segundo, alguien pudiera oler tu esencia, esa parte invisible de ti que se queda con el mundo mucho después de que te has ido. Un lenguaje sin palabras que dice lo que no puedes expresar con nada más.
Y así nos movemos por la vida, dejando un rastro de aromas tras nuestros pasos. ¿Acaso no es el perfume la manera en que el mundo nos recuerda incluso cuando ya no estamos cerca? Porque, al final, un aroma no es solo una fragancia: es un eco de quiénes somos, un susurro de nuestra esencia.
¿Qué perfume llevás hoy? ¿Es el de lo que sos, el de lo que deseás ser o el de lo que querés recordar? Al final, no importa cuántos perfumes usemos, porque solo hay un aroma que es verdaderamente nuestro. Y si encontrás a alguien que aprecie esa esencia tan propia —esa que es mucho más que una fragancia, esa que es tu yo más auténtico—, entonces, de verdad, sos muy afortunada.
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Última edición: 06.03.2025