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El cambio de look: ¿símbolo de transformación?

¿Cuál es el poder de cambiar de look? ¿Realmente cambiamos cuando nos sometemos a una transformación física o es meramente mental?

Por Ilica

cambio-de-look-transformacion.jpg Foto por Guilherme Petri

Cuando terminé con mi ex novio, decidí cambiar: mi personalidad, mi forma de pensar, incluso la manera en que veía el mundo. Estaba herida, sola y rota. Pensé una infinidad de formas en las que podría dejar de ser yo. Dejar de ser dulce y tierna, convertirme en alguien dura y pesimista, o por otro lado, seguir creyendo en el amor. Dejar a un lado el resentimiento que sentía por él y creer que terminar fue lo mejor. Fue ahí cuando noté que necesitaba un cambio —uno no tan radical—, un corte de cabello.

Es muy sonado que al terminar una relación, la chica —para “cerrar el ciclo”— se corte o pinte su cabello. Cuando estamos cansadas de las críticas a nuestra persona, cambiamos, generalmente nuestro guardarropa, o incluso tomamos algo más “atrevido” de nuestro armario. Quizás vestir con ciertas prendas que no solíamos usar, cambiar de accesorios, zapatos o peinados.

Hace poco cambié mi estilo personal, empecé a ser más atrevida, combinar más ropa, colores y zapatos. Básicamente salí de mi zona de confort, y como cereza del pastel, me corté y pinté mi cabello. ¡Me renové!

La duda no es que esté iniciando una nueva era, sino… ¿realmente cambiamos más allá de la apariencia? ¿El impacto en nuestra autoestima es bueno o malo? No lo había cuestionado, sólo daba por hecho estos cambios. Alguna vez escuché a una chica decir: “¡Es hora de cerrar el ciclo, vamos a la estética!”. Lo creí sin cuestionar si es necesario hacer un cambio externo para desencadenar uno interno.

Hay cierta necesidad de demostrarle al mundo que ya no eres la misma persona que antes.

Hola mundo, ¡renací como un ave fénix!

Y a partir de ahí empiezas a escribir de nuevo tu historia. Dejando atrás un episodio desagradable, triste o aburrido, que era necesario soltar.

Pero no es tan sencillo. Sería ideal que así de fácil sucediera. El cambio interno apenas empieza a florecer. Aunque en algunas ocasiones el cambio puede ser repentino y notorio, otras veces llega como un impacto silencioso. Conforme el tiempo avanza, dejamos de notar esta nueva versión de nosotras, sin importar si ese cambio es casi imperceptible. Es ahí cuando creo que el cambio físico que elegimos, nos ayuda a demostrar o justificar nuestro cambio interno.

Sin duda, es de gran ayuda. No descarto que exista la posibilidad de que cambiar nuestro look, sea solo para cerrar un ciclo, cambiar externa o internamente. Ya que en ocasiones solo puede ser por gusto, dar una vuelta a la vida y sorprendernos, pero… luego, ¿qué pasa?

Después del gran cambio, tanto externo como interno, viene una parte que, al menos a mí, no me agrada. Dejar de ser la “nueva yo”. ¿Es necesario dejar que ese nuevo corte de cabello o guardarropa ya no se sientan bien? Dejamos de sentirnos renovada, pasamos a ser nuestra versión “ordinaria”.

Nos adaptamos y acostumbramos a estos cambios. Quizás regresamos a una versión original que está actualizada con nuevas habilidades y capacidades, nuevas creencias y pensamientos. Aceptar esta nueva versión, hace más ameno la convivencia con uno mismo.

Aunque es un golpe duro para nuestra autoestima, desde sentirnos más que suficientes a no valer lo mínimo. Decidir si será un cambio positivo o negativo es responsabilidad de cada una, así mismo como seguir construyendo nuestra persona.

Lo más importante de estos cambios, sean radicales o temporales, es cómo nos hace sentir. Ser consciente que todo está más allá de nuestra apariencia. Un pequeño cambio genera otro y otro, como piezas de dominó.

Recuerden que “la única constancia en la vida es el cambio” -Buddha.

Así que atrévanse a cambiar de ropa, a ponerse esos zapatos que guardan, a cortarse el cabello o pintarlo de rojo, azul o verde. Al fin y al cabo, si no les gusta, siempre pueden cambiarlo, porque el mejor cambio es el que se siente.

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Última edición: 07.11.2024