wellness

Encontrando el balance: entre Carrie Bradshaw y el Dalai Lama

¿Cansada de correr de un lado a otro? Descubre cómo encontrar el equilibrio perfecto entre una vida social activa y el bienestar personal.

Por Camila Villanueva

encontrando-el-balance-carrie-bradshaw-dalai-lama.jpg Foto por Ron Lach

Mi vida social siempre está en el ojo del público, siempre en el último evento de moda, en el café que recién abrió, de shopping o cenando en el mejor restaurante. Así es: padecía de FOMO (fear of missing out, o sea, miedo de perderse algo). Hasta que se me empezó a salir de las manos, mi día ya no tenía horarios disponibles: iba a todos lados con todo el mundo, no frenaba; y aunque genuinamente disfruto el tener una vida ocupada, me ocurrió que el estar constantemente teniendo que organizarme, cambiarme, pensar outfits, pensar ideas, planes, ver tiempos, me agotó.

Sí, no me estaba perdiendo nada, pero al mismo tiempo me estaba perdiendo todo. Mi cuerpo estaba presente, pero mi mente estaba muy ocupada escribiéndole a mi mejor amiga qué horarios de la semana le quedaban cómodos, a mi novio si no podíamos pasar la cena del viernes al sábado y pensando quién nos llevaba y nos traía de la fiesta. Estar en todas partes hace que no podamos estar en ningún lado, nos lleva a una desconexión emocional y un sentimiento de vacío. Allí es cuando tuve que hacer un cambio.

Todo en exceso es dañino. Tanto el no hacer como el hacer desmedidamente. Tanto el no moverse, como el vivir corriendo. Y la pregunta es ¿corriendo de qué?, de qué ideas, de qué pensamientos, de qué cosas. Corriendo de la realidad, corriendo del sentir, corriendo del hacer.

La excesiva cantidad de cosas para hacer, hace que no tengamos ganas de hacer nada.

Vivimos en una vorágine de agitación, nos duele estar quietos porque sentimos todo aquello que se pierde en el movimiento, que se mezcla con la ida al supermercado, la salida a tomar un café y la ducha apresurada porque no llegamos a la reunión. No podemos frenar: frenar para nosotros significa estar muertos, significa que frenamos nuestra vida.

Vivimos corriendo del pasado, de sentirnos solos, de la tristeza y temiendo a una sensación que, por el único motivo que nos persigue, es porque nosotros la llamamos con el pensamiento.

Tememos lo que recordamos o lo que sabemos cómo cierto: sabemos —o creemos saber— que, si nos atreviéramos a decir que no, tan solo una vez, vamos a quedar totalmente solos y abandonados, y ese temor o nos paraliza, nos estanca en la depresión, en el sentimiento de tristeza que baña de oscuridad todos nuestros días. O (como a mí) nos hace correr, nos hace movernos tan rápido sin considerar otras opciones, sin “vaticinar otros resultados”.

Y a mí me enseñó una gran maestra, a la que yo llamo vida, que el correr de las cosas termina de una sola forma: nosotros agotados, teniendo que frenar del cansancio, y allí, tarde o temprano, esos miedos te alcanzan. Y ahí es cuando nos damos cuenta que el miedo no es un monstruo gigante que quiere comerte, sino que es un señor de estatura mediana y aspecto algo aburrido que te pregunta ¿Qué vas a hacer?

Porque nosotros tenemos la posibilidad de elegir, de decir que sí las veces que queramos y decir que no. Tenemos la posibilidad de no sentirnos solos, al contrario, debemos aprender que nuestra mejor compañía somos nosotros mismos. Y no “correr” con la vida no significa no moverse, podemos decidir seguir caminando, a paso cómodo, seguir siempre para adelante: y si te caes, te levantas, si te chocas contra una pared la rodeas o la destruís, si te encuentras con una puerta la abrís o la saltas.

Lee también: Adopta el Healthy Girl Aesthetic

Y de esta forma, sin correr y caminando nos vamos a dar cuenta que ya dejamos de sentir ese cansancio, esa pesadez, esas ganas de “no hacer nada”. Empezamos finalmente a vivir, a tener ganas de hacer y a tener ganas de frenar. Porque lo importante es el balance, como una bailarina que tiene que moverse lo suficiente para poder girar, y al mismo tiempo estar lo suficientemente quieta como para poder equilibrarse sobre un solo pie.

Solía ocurrirme que me llenaba de planes: a la mañana afirmaciones matutinas, desayuno con amigas y pilates, almuerzo con mi abuela seguido de té y masas con mi tía, por la tardecita unos drinks con mi mejor amiga y para terminar noche de pizzas con papá. Llegaba el fin de semana y apenas podía abrir los ojos.

Me di cuenta que el único plan que me faltaba era en realidad el mas importante: el que organizaba conmigo misma.

Mi consejo es que nunca pospongan ese plan, nunca SE pospongan. Y si alguna vez tienen que cancelar, no es el fin del mundo, créanme que nadie se murió por eso, ni física ni emocional, ni socialmente.

Al final del día, encontrar el equilibrio entre hacer y descansar es esencial para nuestra salud mental y emocional. No se trata de hacer menos, sino de hacer con propósito y consciencia, permitiéndonos disfrutar cada momento sin sentirnos abrumados.

Así, aprenderemos a vivir plenamente, sin correr ni detenernos por completo, sino avanzando con equilibrio y serenidad.

Cualquiera que tenga algo que decir, puede escribirlo en The blank letter. Publicamos artículos escritos por autores con diversas opiniones, que no necesariamente reflejan nuestra forma de pensar. ¿Tienes algo que contarnos? Da click aquí y descubre cómo.

Última edición: 23.08.2024