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Problemas del primer mundo

Vivimos en la era del dramatismo y parece que ha llegado para quedarse. Sin embargo, resulta esencial que aprendamos a mantener estos problemas del primer mundo en perspectiva.

Por Natalia Bargués

problemas-primer-mundo.jpg Foto por Megan Ruth

Un café de Starbucks con menos espuma de la deseada, una señal WiFi inestable en una casa repleta de dispositivos electrónicos, un pedido de Amazon que tarda medio día más de lo esperado. ¿Te suena? Son ejemplos de lo que se denomina “problemas del primer mundo”, contratiempos de la vida moderna que a menudo exageramos hasta convertirlos en tragedias griegas. Vivimos en la era del dramatismo y parece que ha llegado para quedarse. Sin embargo, resulta esencial que aprendamos a mantener estos “desastres” en perspectiva.

Numerosas veces, me he quejado de la falta de vacaciones, de que nadie quiere cubrir mi turno de fin de semana, de la insatisfacción con mi trabajo o de la aversión hacia mi ciudad. A menudo, me he sorprendido menospreciando la comida que yo misma he preparado o expresando el horror de haber tocado la barandilla del metro, sintiéndome sucia después. Y en cada ocasión, la respuesta ha sido: “Natàlia, eso son problemas del primer mundo. Deja de quejarte.”

Y es así. Son mis problemas y cuando se acumulan, se vuelven mi mundo entero. Les doy más importancia de la que realmente tienen y aquí radica la clave. Reflexionando sobre esto, llegué a una simple conclusión: a casi todos nos atraen los problemas. Magnificamos una circunstancia o situación, y le damos vueltas y vueltas sin querer dejarla ir.

Ahora, pregúntate, ¿no te quejas de algo, sin importar cuán pequeño sea, al menos una vez al día? Estoy segura de que sí. Puede que te quejes de los pelos que tu perro ha dejado en el sofá, de la piedrecita que se te ha clavado en el zapato, o de las pocas visualizaciones de tus publicaciones. Y, entonces, llega el drama. Y te entiendo, porque da rabia, porque resulta frustrante. Son cosas que no puedes controlar y que trastornan la perfección de tu imperfecta vida.

Podrías pensar que: los ricos no tienen problemas porque el dinero lo resuelve todo.

No soy rica, pero te aseguro que si tuvieras dinero también encontrarías una forma de hacer una montaña de un grano de arena. Tus problemas serían diferentes, pero igualmente los tendrías. Esto es, sin duda, un problema.

Creo firmemente que no apreciamos lo bueno de la vida hasta que se nos arrebata o hasta que nos encontramos cara a cara con la miseria. Solo entonces, nuestra conciencia se da cuenta de que nada realmente importa, excepto nosotros y las personas que amamos.

Nada es tan grave como la muerte de un ser querido, no tener un techo donde dormir o un pedazo de pan para comer.

No obstante, existe una solución para esto. Aunque no es un hechizo mágico que resolverá todos tus problemas y te convertirá al instante en una persona feliz, puede ayudarte en el proceso. Además, la felicidad es subjetiva. ¿Podemos ser felices con lo que tenemos? Definitivamente sí. Pero ojo, no estamos hablando de conformismo, estamos hablando de aceptación temporal. Si necesitas hacer cambios en tu vida para mejorarla, adelante, pero no te martirices ni te compadezcas durante el proceso. Realmente no te va a ayudar en nada. Imagina si todo el tiempo que pasas lamentándote de lo desgraciado que eres lo invirtieras en tratar de cambiar eso. Sería un mejor tiempo invertido.

Se trata de agradecer. ¿A quién, te preguntarás? A la vida. Realmente no nos damos cuenta de lo afortunados que somos.

Recuerdo cuando tuve una costilla fracturada y no pude respirar sin dolor durante dos meses seguidos. Le decía a todos los que tenían costillas sanas que agradecieran la capacidad de respirar sin que cada inhalación fuera una tortura. Respirar es un proceso automático, pero cuando te das cuenta de que ese automatismo duele y no te deja dormir, te das cuenta de cuán valioso es. Y así con todo, desde el ejemplo más pequeño hasta el más grande.

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Agradecer cada día lo que tienes podría llamarse filosofía de vida, una filosofía que conduce a la paz mental. Porque si agradeces todo lo bueno que tienes ahora y lo aprecias, te darás cuenta de que la mayoría de tus problemas no son tan graves. Puede que ni siquiera tengas problemas al final.

Seamos sinceros, nos encanta ser víctimas. Nos lamentamos, nos compadecemos de nuestra existencia miserable para que alguien venga a consolarnos y nos diga que no es para tanto. Porque realmente no lo es. Sin embargo, tampoco debemos minimizar todos los problemas. A lo que me refiero es que somos nosotros quienes nos creamos los problemas la mayor parte de las veces, somos nosotros quienes permitimos que trivialidades nos afecten como si un océano entero hubiera engullido nuestra casa.

El desafío aquí es aprender a agradecer y valorar lo que tenemos, desde cosas sencillas como poder caminar, ver, oír, hasta problemas más complejos como tener un trabajo, independientemente de si nos gusta o no. Buscar otro trabajo, aspirar a otro tipo de vida, es posible si no te gusta lo que tienes ahora. Ve tras ello, pero no te amargues en el camino. Nadie dijo que sería fácil. Y la vida es más divertida cuando se presenta en modo difícil, ¿no crees?

Tener problemas es parte de la vida, algo que no podemos cambiar.

Lo que sí podemos hacer es evitar magnificarlos y dejar de darles la importancia que no tienen. La gratitud es una poderosa herramienta que puede ayudarnos a cambiar nuestra perspectiva, a dejar de enfocarnos solo en lo negativo y a empezar a ver más las cosas buenas que tenemos a nuestro alrededor.

No digo que neguemos nuestros problemas o que hagamos como que no existen. A todos ellos hay que darle el valor que tienen, sí, pero sobretodo no permitir que nos dominen o que nos amarguen la vida.

Te invito a reflexionar sobre todas las cosas buenas que tienes en tu vida, porque estoy segura de que son muchas. Escríbelas o pronúncialas en voz alta. Verás que, una vez que comiences, fluirá de forma natural. Puedes empezar con cosas simples como la comida en tu nevera o el techo sobre tu cabeza, hasta llegar a aspectos más profundos como las personas que te aman o las oportunidades que tienes para mejorar tu vida. Te sorprenderá cuántas cosas tienes para agradecer.

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Y recuerda que no estás solo en esto. Todos tenemos problemas, todos nos enfrentamos a retos y dificultades cada día. Nadie tiene una vida perfecta, aunque pueda parecerlo. Mucha gente que a simple vista dirías que es feliz puede ser más miserable que tú. La diferencia está en cómo enfrentamos lo que nos sucede y en la actitud que adoptamos ante ello. ¿Elegirás convertir cada pequeño problema en un drama o aprenderás a no darle más poder del necesario y a concentrarte en lo positivo?

La vida, al final, no es constante y esa es parte de su encanto. Es inesperada y caótica, y puede sorprenderte con cosas buenas y malas, pero depende de nosotros cómo enfrentamos y cómo deseamos vivir. Podemos pasar gran parte de nuestra vida quejándonos por todo lo que nos aflige, o podemos tratar de agradecer lo que tenemos por ahora, valorar lo que está bien y seguir adelante luchando por lo que queremos. Nadie sabe lo que el futuro nos depara, así que por ahora, centrémonos en el presente porque quizás mañana ya no estemos aquí. Aprender a agradecer nos ayudará a mantenernos centrados en el aquí y el ahora y nos permitirá vivir una vida más plena y feliz.

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Última edición: 09.06.2023