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Salir de lo conocido para encontrarse a uno mismo

Llegaron las vacaciones y allí fui, sola, a unas cabañitas de madera que compartimos de tres en tres, o por parejas, todos desconocidos.

Por María G.

salir-de-lo-conocido-encontrarse-uno-mismo.jpg Foto por Karolina Grabowska

¿Vacaciones? Hasta ahora había sido muy “mainstream” en esto de viajar. Buscaba un destino con paisajes bonitas (a poder ser costeras y en lugares no muy urbanos intentando huir de lo que vivo en el día a día metropolitano y buscando tranquilidad) y en el que dar paseos, comprar cosas típicas de la zona, hacer alguna actividad o visita turística y sobre todo comer bien y probar platos y postres típicos (y bebidas) de cada zona fuesen el plan principal.

Todo esto con el móvil siempre encima para dejar acta notarial mediante fotos para publicar en Instagram de lo bien que me lo estaba pasando, por si a alguien le interesaba o dudase de los hechos, porque igual pensaba que lo que hacía yo con mi vida era muy importante para el resto del mundo, en lo que se refiera a pasear por el pueblo costero. No estoy hablando de algo mucho más trascendente como hacer donaciones con fines solidarios como la lucha contra el cáncer o contribuir a paliar los daños que acontecen en Ucrania a día de hoy a causa de la guerra.

¿Qué pasó esta vez? Pues en los últimos años aprendí a relajarme y a vivir un poco más en el presente y de forma más hippie y responsable, abriendo mi mente a nuevas experiencias y a nuevas personas y aprender de ambas.

De más joven, en el instituto, bachillerato y llevado a un extremo en la universidad y en el máster, estaba en un punto opuesto en la vida, donde vivía a todo correr, cumpliendo con objetivos irrealistas y no saludables y no premiando por ello, sino más bien todo lo contrario, culpándome por no conseguir todavía más. Lo de abrir mi mente a nuevas experiencias y a nuevas personas no estaba en mis planes porque por eso no me subían las notas, o yo eso pensaba, y no me daba tiempo porque me quitaba horas de biblioteca, no le daba más vueltas.

Un día, navegando por las publicidades de Instagram me encontré una oferta de un mix de retiro espiritual de yoga, meditación y senderismo (de los cuales solo probé el último y es una actividad que me encanta, pero a la cual no tengo mucha disponibilidad por falta de vehículo propio y por vivir en la ciudad y falta de cuadrar planes con gente para no ir sola, no perderme en las inmensidades forestales y otras cosas).

Pinché en el enlace, hice la reserva y le mandé la señal a la empresa para que supieran de mi existencia y de mi curiosidad.

Llegaron las vacaciones de Semana Santa y allí fui, sola, a unas cabañitas de madera que compartimos de tres en tres, o por parejas, todos desconocidos (había también dos perros y una gata como huéspedes), éramos 13 humanos allí, aquello parecía Gran Hermano, nos faltaban las cámaras.

Nos levantábamos y hacíamos yoga a las nueve en punto de la mañana, desayunábamos tortitas, con fruta, granola, yogur natural e infusión e íbamos a hacer senderismo a eso de las doce de la mañana (en el que escalamos, nos deslizamos, nos caímos, tropezamos y acabamos todos los días en la playa mojando los pies en el agua congelada para desinflamar) tras esto, hacíamos un yoga suave en el complejo de cabañas y luego merendábamos tarta y té o una infusión.

El plan era maravilloso, la comida que nos daban estupenda, las cañas que nos tomamos antes de cenar como recompensa a los kilómetros escalados mejores todavía, pero lo que saco de todo esto es, que a veces te das cuenta de que vives rodeada de gente que ves todos los días que consideras cercana y de repente conoces a gente nueva de dos días que te cala hondo.

Me llevo de cada persona inspiración, me llevo la gratitud de haber coincidido con ellos en esta casualidad, comparto con ellos esto mismo, que nos fuimos intentando buscarnos a nosotros mismos, intentar conectar con el ego o algo parecido e intentar conectar con personas con inquietudes y aperturas de mente similares. Ponernos a prueba, conocernos más, librarnos de cadenas o de prisiones, a la vez que intentar desconectar de la rutina, y hemos creado con todo esto, una vibración que estoy segura que sabéis de lo que os hablo, que esto os ha pasado alguna vez en alguna situación parecida.

Inspiración, gratitud, experiencia, aprendizaje, apertura de mente, independencia, orgullo por haber logrado los retos físicos, sociales y mentales que te has propuesto, y motivación para seguir por esta línea en el futuro, y unos nuevos lazos de apoyo, nuevas personitas que te pueden apoyar si lo necesitas de nuevo para recordarte estos puntos.

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Última edición: 13.04.2023