La primera pregunta que te debes hacer antes de decidir cambiar algo en tu vida es: ¿por qué lo quieres hacer? y ¿qué esperas obtener a cambio? ya que si no tienes una razón clara y poderosa, el cambio será muy difícil ¡créeme!
Cuando tenemos una razón poderosa (esa razón se llama motivación) para hacer las cosas todo es mucho más sencillo, entre más emoción te de el simple hecho de pensar en esa razón siempre estarás motivada y difícilmente tirarás la toalla.
También es importante que no quieras comerte el mundo en una sentada, haz una lista de máximo 5 hábitos que quieres cambiar, la razón es que si quieres empezar haciendo cambios radicales lo más probable es que no termines haciendo absolutamente nada.
Más allá de sólo hacer una lista y ponerte en marcha es importante que sepas cómo hablarle a tu cerebro para que sea tu aliado y no te saboteé. Sí, tu cerebro es el culpable de frustrar tus intentos por comer sano, empezar a hacer ejercicio, dejar de llegar tarde a tu trabajo, etc.
Cuando tenemos una razón poderosa para hacer las cosas todo es mucho más sencillo.
La amígdala se encuentra en una parte de tu cerebro y puede ser tu mejor aliada o tu peor enemiga. Se podría decir que es una alarma, ya que gracias a ella podemos huir en una situación de peligro.
La amígdala no es muy inteligente que digamos, para ella cualquier cosa que la saque de su zona de confort significa ¡ALERTA! A ella no le gusta el cambio, así que cuando se te ocurre cambiar algo de tu rutina, la amígdala enloquece y alerta a todo el cuerpo para crear una barrera ante el peligro.
¿Qué pasa cuando la amígdala enloquece? Paraliza al neocortex, o sea que todos tus pensamientos racionales como ”quiero verme mejor, así que comeré más saludable” quedan silenciados y por eso terminas comiéndote todos los dulces, donas, etc. Porque te los mereces.
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Y entonces ¿qué hacemos para evitar esto? Engañando a la amígdala. Si tu le hablas bonito presentándole pequeños cambios será tu aliada, aquí va un ejemplo: si piensas “ya quiero empezar a comer mejor”, seguro te vienen a la mente cosas como “no quiero matarme de hambre”, usaste una palabra negativa y entonces la amígdala se asustó o “no quiero dejar las donas porque me encantan” ¿quién dice que comer sano es quitarte todo lo que te gusta?
Esos pensamientos te generan ansiedad y desencadenan muchos otros no necesariamente positivos y por lo tanto la amígdala está aterrada y no te va a ayudar.
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En lugar de eso comienza por aquí…
- “Quiero empezar a comer mejor por el bien de mi cuerpo”: no hay palabras negativas.
- “Cuando termino de comer se me antoja algo dulce, hoy voy a tomar un té de frutas/un mango que me encanta/una manzana con chile y limón, para sustituir el postre y ver cómo me funciona”: incluiste algo que te gusta que no necesariamente es un postre.
La palabra dieta le pone los pelos de punta a la pobre amígdala así que evita usarla, empieza por sólo tomar una lata de refresco al día, prepararte unos snacks (gelatina, nueces, fruta, pepino, jícama…) desde tu casa para que no termines bajando a la tienda por galletas, toma dos vasos de agua durante la comida en lugar de uno, etc.
El arte de lograr hacer cambios que perduren y que te lleven a lograr tu objetivo es dar baby steps, en decirle a la amígdala que no hay nada de que temer, que si has tomado esa decisión es para tu bienestar y que esos “cambios” son tan pequeños que no pueden fallar.
Ari Gómez, Training Educator
Si necesitas una guía para empezar a hacer cambios escríbeme a ari@sesentalatidos.com
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Última edición: 26.02.2023